Yo leía con cierta envidia las experiencias que compartían los escritores americanos que comercializaban sus libros a través de Amazon. En 2010, Amazon abrió su tienda a los libros escritos en español. Y allí fui de cabeza. Publiqué “El secreto del tío Óscar” y a ver qué pasaba. Era excitante, podía ver las ventas en cualquier momento. ¡Y eso era porque lo estaban comprando! Yo nunca lo entendí, pero así fue. Ni marketing ni promoción ni ningún nombre reconocido, nada en absoluto. Me encantaría decir que soy muy bueno y que mi talento fue el responsable de aquellas ventas, pero lo cierto es que solo fue suerte, o al menos es lo que sigo creyendo a día de hoy. El siguiente paso era lógico: publiqué más libros. Tenía varios escritos, con lo que era relativamente sencillo. Me dediqué a aprender todo lo que fue posible sobre maquetación de libros digitales y modelos de negocio de éxito en internet.

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Me fue bastante bien. Por desgracia no había aprendido tanto como creí de mi primera experiencia editorial y cometí la segunda gran estupidez: cedí los derechos de “El secreto del tío Óscar”, el libro que más ejemplares vendía de cuantos había escrito, a una “gran” editorial. De repente se convirtió en el último y ahora todavía estoy esperando a que termine el contrato para poder recuperar mis derechos.

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La tercera estupidez aún no la he cometido, pero todo se andará. Por fortuna, para contrarrestar esos errores, cuento con la ayuda de varias personas que no merezco. Es imposible explicar hasta qué punto alcanza el apoyo de César, junto a quien escribo dos sagas, siendo ese el menor de sus aportes. También tengo a mi lado a Nieves, que con un esfuerzo sobrehumano ha conseguido enseñarme a escribir, y a mi hermano Diego, que diseñó conmigo el mundo de “La Biblia de los Caídos” y me ayudó con muchas otras novelas.